jueves, 29 de septiembre de 2011

...no era bueno, no era malo, él fue justificado!!

“no diré que mi padre era bueno tampoco diré que mi padre era malo, solo puedo decir: él fue justificado”… tus palabras querido primo llegaron a lo más profundo de mi alma, fuiste quien me hizo reflexionar por un momento, entre tanta palabrería, lo sustancial de la escena que estábamos viviendo. Era mi tío, allí fallecido, vestido con su mejor ropa, pero dentro de un ataúd, lágrimas en la mayoría de los asistentes, gente que lo conoció, que río con él, que caminó a su lado. Escuche demasiadas palabras para una noche, casi no pude retener nada de lo que se decía, sin embargo cuando tú hablaste, hablaste tan a corazón abierto, que mis lágrimas no se contuvieron y por un instante nublaron mis ojos.

Y es así como tú lo has dicho, no hay justo ni aún uno, no hay quien haga el bien y yo no soy la excepción. Tan humano e imperfecto como todos los demás, pecador por naturaleza, injusto de nacimiento, con un camino lleno de errores. Lo bueno y afable que la gente pueda ver en mí ni siquiera es por mérito propio, mis buenas obras por muy excelentes que sean jamás llegarán a ser suficientes para merecer un espacio en el cielo, esa es la verdad. Por eso me aferro a Jesús, quien derramando sangre en un madero sin siquiera merecerlo, pagó el precio de ser yo justificado. Sacrificio que abrió en mí puertas a la esperanza, a la redención, a la inmortalidad de mi existencia, es por ese sacrificio que tengo la certeza que viviré eternamente.

Me quedan buenos recuerdos de mi tío, de sus bromas, su sonrisa, sus siempre ganas de juntarnos y pasarlo bien. Mis recuerdos de niño, esos viajes a la playa, al sur, al campo, almuerzos multitudinarios en casa de los abuelos, esos Años Nuevos todos reunidos, mil recuerdos hermosos. Sus buenas obras y su sonrisa la veré ahora en mis primos, en cada gesto, en el hablar, en la mirada. Ellos serán ahora recuerdo vivo de quién fue su padre en la tierra, de quien fue mi tío.

Algún día seré yo, mis ojos también se cerrarán para siempre y serán otros quienes hablen de mí, mis amigos, mi familia, la gente que me quiso. Yo también diré como el apóstol: “he peleado una buena batalla, he terminado mi carrera, he guardado por toda mi vida la fe. Ahora me espera una corona de justicia la cual dará el Señor juez justo, en aquel día, y no tan solo a mí, sino también a todos los que lo amaron y anhelaron su venida”

Tus hermosas palabras querido primo, valieron más que mil saludos, que mil condolencias, que todo lo que se dijo en esa noche. Lo que dijiste bendijo mi corazón, eso te lo agradezco mucho.