miércoles, 23 de mayo de 2012

...en medio de la nada


Estoy sentado en el asiento 18J del vuelo 157 de Lan con destino a la ciudad de Santiago. El cansancio se siente desde los párpados hasta la punta de mis pies, el sueño levemente comienza a ganarme. Cierro los ojos, doy gracias a Dios y medito en lo hermoso que es la vida, en lo hermoso que es vivir.

He experimentado en tan solo 4 días el sosiego, la tranquilidad y la paz que el alma necesitaba de hace muchos meses. He estado lejos de todo y de todos, inmerso en el desierto más árido del planeta, sin televisión, sin noticias, lejos de mi vida conectada a la tecnología, a una altura impresionante, en el corazón de Atacama, en el hermoso San Pedro.

Cierro los ojos y con cierta emoción admito, feliz viviría yo en este desierto, me quedaría mucho tiempo acá. Así es, lejos de la ciudad que amo, lejos de mi hogar, lejos de mi familia y de mis amigos. En medio de las montañas, en medio de los salares con sus coloridos lagos, muchas veces en medio de la nada.

Y es que encontré acá lo que mi mente anhelaba, tranquilidad absoluta en un paisaje desolado e impresionante, en medio de parajes coloridos y majestuosos. Así es San Pedro, así son sus salares, así son los inmensos muros de roca, así es el inmenso cielo azul que lo cubre, así son sus estrechas calles polvorientas y sus ancestrales casas de adobe.

Cuento los días para volver de nuevo a este lugar, para recorrer sus antiquísimos paisajes. Cuento los días para admirar nuevamente colores que mis ojos no habían visto, para volver a pensar que tan solo necesito estar en medio de la nada para olvidarme de todo.