martes, 10 de abril de 2012

...dame cariño


Dame cariño le decía a él cada vez que quería cobijarse entre sus brazos, él nunca se lo negó, era su placer y su máximo deleite. Sentía el palpitar de su corazón muy cerca de su pecho, sentía su respirar, su aroma, su ternura, la suavidad de su ondulado cabello. Para ella fue siempre su delicia el dejarse abrazar, la envolvía tanto entre sus brazos que parecían un solo cuerpo.

Dame cariño le decía a él cada vez que despertaba entre sus brazos, él nunca se lo negó. Fue su razón de existir, su mundo entero. Tenía la magia de hacerlo olvidar todas sus tristezas, sentía al abrazarla que todos desaparecían, se esfumaba la vergüenza y la culpa, tan solo con rozar su piel la felicidad brotaba con todas sus sensaciones.

Dame cariño al despertar, dame cariño al dormir, dame cariño con calor o frío, dame cariño al existir y él nunca se lo negó. Júrame que siempre me cuidaras ella le pidió, te lo juro por mi vida le respondió e hicieron un pacto de amor que jamás antes se había hecho.

Un día ella se marchó, el pacto que hizo olvidó, el juramento rompió, tras nuevos horizontes corrió. Un día a lo lejos la vio, un temblor recorrió por su piel, congelado en la esquina quedó, un frio siniestro anulaba su ser. Sin embargo hay algo que no pudo anular, lo que grabado en su pecho quedó, cerrando sus ojos mojados recordó y un “dame cariño” en su alma escuchó.

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