jueves, 5 de abril de 2012

...la saeta


Llegó semana santa otra vez y millones de chilenos tienen ya listo su panorama para estos agradables días festivos. La costa, el sur, el norte y el extranjero llaman increíblemente la atención para disfrutar los acalorados días de sol que aún vivimos, excelente panorama en medio de un verano que se niega a retirar, al menos de la capital. Durante estos días recibiremos noticias de todo el mundo, de las distintas conmemoraciones que se hacen en recuerdo de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, motivo por el cual es feriado en casi en todo el planeta. La gente estará expectante de los discursos que se den en Roma, en Jerusalén, y en todas las iglesias y centros religiosos.

Precisamente hoy, y con motivo de esta conmemoración, se viene a mi mente un poema que aprendí de memoria estando en la enseñanza media. Es una “saeta”, género literario propio del sur de España, específicamente de Andalucía. Años atrás en mi paso por Sevilla pude asistir a un espectáculo en el Palacio del Flamenco, ahí pude presenciar una saeta cantada por una mujer, es una especie de canto libre que bien podría parecer un gemido religioso, improvisado, sin acompañamiento y que se hacen hoy muy comunes en las procesiones de Semana Santa.

Aprendí esta saeta hace mucho tiempo y nunca me olvidé de ella pues refleja una realidad que sigue repitiéndose el día de hoy, donde millones de personas por todo el mundo, una vez al año, lloran golpeando sus pechos, confiesan sus pecados y asisten a la iglesia. Esta saeta, que data del siglo XVIII dice así: “¿Quién me presta una escalera para subir al madero, para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno?”

Inspirada en esta saeta es que Antonio Machado, famoso escritor perteneciente a la generación del 98, escribe un poema con el cual me siento profundamente identificado. Él toma esta saeta popular para reivindicar su idea de Jesús y de la religión, ideas que nada tienen que ver con la oficial. El poeta no quiere cantar al Jesús crucificado, símbolo del sufrimiento, del dolor y del martirio, sino más bien al Jesús que está vivo, al que caminó sobre el mar, al que sigue hoy vigente y con el que yo personalmente puedo contar día a día, no solo en Semana Santa o Navidad, sino que en cada minuto de mi corta existencia.

El poema dice así: ¡Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar! ¡Cantar del pueblo andaluz, que todas las primaveras anda pidiendo escaleras para subir a la cruz! ¡Cantar de la tierra mía que echa flores al Jesús de la agonía, y es la fe de mis mayores! ¡Oh, no eres tú mi cantar! ¡No puedo cantar ni quiero a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario